viernes, 15 de julio de 2016

Sobre los "golpes institucionales"



Sobre los “golpes”-mayo 2016
En abril de 2015 escribíamos:
Desde hace tiempo se dan discusiones sobre los llamados “golpes blandos”. Se recrea este debate, en algunos sectores, a partir de la “desestabilización” al gobierno argentino en función del “caso Nisman” y las  maniobras con el dólar. Se afirma que los golpes no son como antaño, a través de las FFAA, sino con mecanismos de desestabilización que persiguen fines “destituyentes”. Sectores de la izquierda “revolucionaria” se suman y lo repiten. En artículos de la prensa de los partidos de izquierda se debate sobre las perspectivas de un “golpe” contra el gobierno encabezado por Cristina Fernández.
Los golpes de Estado siempre expresaron cambios en las relaciones de fuerzas entre las clases. Siempre fueron dirigidos contra el movimiento obrero, su organización, su movilización. Implican cambios sustanciales en el régimen político.El golpe de 1976 en Argentina no tuvo como objetivo a la Presidenta, sino aplastar al movimiento obrero, su vanguardia, sus organizaciones.
En el denominado “golpe blando”( cuando se realiza un juicio político , o en el caso en que un vicepresidente asume el cargo de presidente) se trata de situaciones en las que no hay un cambio de régimen político.
Cual debe ser la posición de los revolucionarios? En los casos de golpes de estado, siempre llamamos a la más amplia unidad de acción para enfrentarlos. En el sentido de lo que señalamos anteriormente, explicamos: nosotros, que no apoyamos al gobierno, que siempre enfrentamos a los gobiernos burgueses, llamamos a una amplia unidad de acción en defensa de las libertades democráticas y de las organizaciones de las masas. En el caso de los denominados “golpes blandos”, entramos en un terreno de variantes tácticas, sin la importancia decisiva de los golpes de estado ( los golpes “en serio”).Siempre determinamos por el interés y las necesidades de la clase obrera y sus organizaciones. Puede tratarse de un enfrentamiento entre sectores burgueses en el cual uno de ellos pretende avanzar a un curso bonapartista, allí pesará más el llamado a la movilización para enfrentar los ataques bonapartistas reaccionarios. Puede ser un enfrentamiento por roces burgueses, sin mayores consecuencias en el régimen, allí primará la no intervención y la denuncia. Por ejemplo, no debe ser una política de los revolucionarios: “Que el presidente termine su mandato”. No entramos en el institucionalismo burgués, ni llamamos a respetarlo.   Para nosotros la divisoria de aguas es si está en juego un cambio de régimen institucional, si nos enfrentamos a la alternativa de un régimen de democracia burguesa frente a un golpe que adelanta un régimen contrarrevolucionario.
( Este punto de no entrar en los manejos del régimen nos recuerda a la polémica en Argentina sobre la posición a tomar cuando las elecciones a presidente se definían por el mecanismo de Colegio Electoral. Se planteaba la posibilidad de que, frente a la elección indirecta de presidente, acordaran entre sí los representantes de la segunda y tercera fuerza y no consagraran presidente al candidato más votado. En su momento, rechazamos la posición de P.O., que planteaba que, en última instancia, si la definición en el Colegio Electoral dependiera del voto de un eventual representante de los revolucionarios, se debía apoyar al candidato más votado para evitar una maniobra antidemocrática, que burlara el resultado electoral mayoritario. Rechazamos esa posición, reafirmando que solo votamos a nuestros candidatos. Si las divisiones burguesas llevan a la crisis o a la parálisis a sus instituciones, no es nuestra tarea destrabarlas. Al contrario.)
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Abril 2016 – frente al juicio político en Brasil
Ante el juicio político en Brasil, se abrió un abanico de posiciones entre las organizaciones de izquierda. Una vez más,  aparece la definición de “golpe institucional”. La propia denominación nos está hablando de que nos encontramos dentro de los marcos del régimen democrático burgués, dentro de las instituciones. Un golpe de Estado se da abruptamente, no se desarrolla durante todo un período a través de votaciones . Un golpe cambia y voltea instituciones, no se hace “institucionalmente”. Si se da un cambio de presidente a través de un juicio político o algún proceso similar, no es un golpe. Esa definición la utilizan los defensores del presidente enjuiciado, pero no los marxistas revolucionarios. Son fenómenos con diferencias cualitativas para el movimiento obrero y de masas y sus organizaciones.
Para los revolucionarios, la categoría de golpe de Estado remite a un cambio de régimen institucional, con consecuencias directas y cualitativas en las libertades y en el mecanismo de la democracia burguesa.
Los que hablan de “golpe” hacen centro en las características del gobierno y su plan económico, no en lo institucional. Hablan de un gobierno “más ajustador”. Un golpe de estado no se define por la sustitución de un presidente por otro que aplique un plan ”más ajustador”, insistimos, sino por un cambio en el régimen institucional del estado, a través del cual se ejerce el domino por parte del Estado burgués.
Más aun, esas organizaciones nunca habían mencionado, y menos explicado, las diferencias tan sustanciales entre el PT y sus oponentes de “la derecha” (las dos fórmulas eran Rousseff-Temer vs. Neves-Nunes). Como tampoco lo hicieron en Argentina con “Scioli o Macri”; no señalaban diferencias: todos eran “ajustadores”. Nunca hablaron de la “derecha” conformada por el “partido judicial”, o los “monopolios de comunicación”. Nunca se detuvieron a explicar y denunciar al sector concentrado de la burguesía, agente directo del imperialismo, que actúa desde hace mucho tiempo; recién ahora lo mencionan, o lo “descubren”, como “la derecha golpista”. Hace tiempo que el castro-chavismo y sus seguidores vienen denunciando a ese bloque y su política pro-imperialista. Las corrientes de izquierda simplemente lo ignoraron, nunca tuvieron una definición y una política ante ello. ( En el caso de Argentina, más aun, como parte de izquierda del anti-kirchnerismo, en muchas oportunidades hicieron seguidismo a “la derecha”, sobre todo  en sus expresiones “judiciales” y “mediáticas”, llegando a extremos como en el “caso Nisman”).
Si pretenden utilizar el término de “golpe”, como mínimo debieran hacer una clara explicación y una diferenciación contundente con los golpes de estado clásicos y sus cambios a regímenes contrarrevolucionarios. En cambio, contribuyen a la justificación de los reformistas y castro-chavistas, que siempre defienden a los gobiernos  “progresistas” que son perseguidos y desestabilizados, y que son víctimas de “los  golpes de la derecha imperialista” ( la única diferencia, afirman,  es que ahora no son protagonizados por las FFAA). En este marco, para seguir agregando confusión y distorsiones, encontramos entre los agrupamientos sedicentes trotskistas que denuncian “golpe de estado” en Brasil que han publicado artículos utilizando las caracterizaciones y las políticas que Trotsky desarrolló en la década del ´30, nada menos que para enfrentar al nazismo en Alemania. Ni los castro-chavistas ni los “progresistas” llegaron al extremo de semejante analogía.

Y  lo más grave pasa por su práctica concreta y la falta de consecuencia con sus caracterizaciones. Mientras repiten una y otra vez  “golpe derechista” no llevan adelante una política revolucionaria contra un golpe. No encaran una política de amplia unidad de acción y movilización de todos los sectores del campo anti-golpista, ni de acciones unitarias  sistemáticas. Su política de supuesta “lucha consecuente contra el golpe” se limita a realizar denuncias y propaganda, como declaraciones de parlamentarios, o la realización de actos de su propia organización. Esa no es la política revolucionaria frente a un golpe real, que debe tener como centro ordenador ser los primeros en la movilización y las acciones unitarias contra el golpe.
No es posible encarar discusiones serias sobre las caracterizaciones y las políticas, si no partimos de definir que estamos frente a nueva etapa histórica. Es necesario estudiar y aprender de los procesos de la lucha de clases. Se ha dado una transformación con respecto a la historia de los golpes de estado que tuvieron lugar, sistemáticamente, durante décadas, para enfrentar ascensos obreros, para dirimir enfrentamientos burgueses en cuanto a su relación con el imperialismo, o para definir la forma de enfrentar al movimiento de masas.
Nunca antes, en la historia argentina y americana, se dio esta continuidad de varias décadas de régimen democrático burgués. En este marco, grandes crisis  ( entre ellas el colapso de 2001 en Argentina, el ascenso revolucionario boliviano de 2003) se procesaron en el marco de las instituciones del régimen democrático burgués. En este sentido, es necesario ajustar las herramientas de definiciones y de respuestas políticas y programáticas ante lo ocurrido en estos años: estos procesos de “desestabilización”, de enfrentamientos burgueses y choques entre sectores que derivan en los cambios que se han denominado “golpe blando”, que, insistimos, no implican un cambio de régimen. Esos enfrentamientos entre los sectores burgueses expresan principalmente la definición de su relación con el imperialismo y la ubicación de cada burguesía y su país en el marco regional y mundial. Asimismo, expresan las diferencias en lo que hace a su vinculación con las masas: el grado de concesiones y el carácter más o menos bonapartista de los gobiernos, por ejemplo cuando los principales sectores burgueses plantean que ya no aceptan más gobiernos bonapartistas que hacen concesiones a las masas.
Ante estos enfrentamientos, caemos en un error sectario si los ignoramos. Como ya mencionamos, las organizaciones que hoy descubren a “la derecha” no hicieron ninguna diferenciación en estos años, ignoraron al imperialismo y sus agentes directos en la región, a las grandes empresas de comunicación ( los “medios”), el rol del poder Judicial. Esa denuncia la dejaron en manos del castro-chavismo, del PT, del kirchnerismo.
 Por otro lado, una política revolucionaria correcta evita el bandazo opuesto, que es encarar estos llamados “golpes blandos” con las caracterizaciones de los clásicos golpes de estado, que volteaban regímenes democrático-burgueses para reemplazarlos por  otros contrarrevolucionarios. Es un error encarar con la política clásica de lucha contra los golpes militares o fascistas a estos enfrentamientos que derivan en juicios políticos u otros mecanismos legales internos al régimen. Significa ceder a la presión del régimen burgués y  entrar en el terreno del régimen.